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Té blanco
Trabajo a mano y sabiduría logran un sabor único. Taz vez se deba a un emperador de China, quien lo promovió como medio para alcanzar la inmortalidad. Muy seguramente se deba a su sabor y a su dispendiosa elaboración, el que el té blanco pertenezca a los más finos que puedan servirse en una taza.
El nombre de este tipo de té se debe al vello plateado que producen los retoños de la planta. Solo los retoños cerrados son aptos para su elaboración. Son seleccionados a mano y luego extendidos sobre grandes filtros. Por medio de una ventilación controlada se marchitan las hojas. Finalmente se secan a baja temperatura evitando romperse, para no afectar su color o aroma. El inconfundible suave aroma del té blanco depende de la calidad de la cosecha y el cuidado en su elaboración.
Deleita el paladar y fortalece las defensas. Los efectos del té blanco no solo apuntan hacia el paladar del especialista, sino también hacia los efectos en el bienestar.
Para la preparación, por favor tenga en cuenta las mismas pautas que se utilizan para preparar té verde. Ante todo la temperatura del agua nunca debe superar los 80°C.